sábado, 18 de enero de 2014

Olvidarte duele.

Recuerdo el día como si hubiera sido ayer... vaya que sí...
Era un día como todos, yo salí al parque a caminar como hacía todos los días,
pero ese día fue diferente.
Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas di alrededor del parque cuando la vi, había demasiadas mujeres bonitas en ese parque, pero ella resaltaba entre las demás.
Delgada, tez blanca, cabello oscuro, ceja poblada... fue lo que noté al instante en que la vi sentada en aquella banca, quedé maravillado debo admitirlo.
«Tengo que hablar con ella, necesito hablar con ella» pensé, me armé de valor y me acerqué a ella...
—Hola... le dije hola, «Hola», me respondió con una sonrisa en su rostro, ya no supe qué decir, su belleza me había dejado sin palabras.
—Déjame decirte que yo no suelo hacer esto, hablarle a una desconocida en un parque, pero... eres lo demasiado hermosa como para darme el lujo de desaprovechar la oportunidad de conocerte. Mi nombre es Emmanuel.
Un placer.
Noté cómo sus mejillas se tornaban rojizas mientras sonreía ligeramente.
«Eres muy lindo», me contestó, «mi nombre es Mariana», añadió.
Mariana... Mariana... Mariana... repetía su nombre en mi mente mientras sonreía.

Después de varias ocasiones de vernos y hablar, Mariana y yo nos convertimos en grandes amigos, hacíamos casi todo juntos, salíamos a caminar al parque, salíamos a comer, íbamos al cine, hablábamos horas y horas hasta que alguno de los dos se quedará dormido.
Y un día, pasó lo que era inevitable, me enamoré profundamente de ella...
No podía pensar en otra cosa que no fuera ella, pensaba en ella incluso cuando estaba hablando con ella, era lo primero en lo que pensaba al despertarme y lo último que pensaba antes de irme a dormir. Escuchaba su nombre y sonreía, la miraba y mis ojos brillaban, me enamoré de ella, y cómo no hacerlo si ella era todo lo que algún día soñé poder tener a mi lado, tenía esta hermosa mirada que te hacía olvidar todos tus problemas cuando la observabas por un momento, era ella con la que podía imaginar una vida a su lado, era ella la que me hacía feliz cada vez que hablaba conmigo, era ella la que me hacía creer en esa tontería que algunos llaman amor, era ella, nadie más que ella...

Y por supuesto yo tenía que decirle lo que sentía, no podía quedarme callado, ella tenía que saberlo y yo tenía que decírselo, y así lo hice...
—Oye, tengo que decirte algo muy importante... somos amigos desde hace mucho tiempo y nos conocemos desde todavía muchísimo más tiempo, hemos pasado demasiado tiempo juntos, demasiados momentos felices y tristes, he estado ahí cuando más me necesitabas y has estado ahí cuando más te necesitaba, demasiadas historias que hemos vivido, y debido a eso tengo que decirte algo... estoy enamorado de ti, estoy enamorado de tu sonrisa, de tu mirada, de la manera en que caminas, de la forma en que me hablas, de tu risa, de tu llanto, de tu rostro y de tu piel, perdona si te digo lo que siento pero tenía que decírtelo y callarlo no me serviría de nada. Yo no esperaba enamorarme de ti, pero me enamoré, y cuando lo supe, no quería enamorarme de ti, no quería contártelo por miedo a que nuestra amistad se arruinara y no quisieras volver a saber nada de mí, pero también sabía que jamás podría encontrar a alguien como tú y que no podía perder la oportunidad de enamorarme de alguien tan maravillosa como tú, por eso vengo hoy y me atrevo a decirte todo esto que siento por ti. No puedo dejar de pensar en ti, en realidad no dejo de pensar en ti, y en las noches cuando me voy a dormir, sueño contigo, me gusta soñar contigo porque es ahí, en mis sueños, donde nos veo siendo felices juntos.

«No sé qué decirte», contestó ella. —Me has dejado sin palabras. Es hermoso lo que me dices, y debo admitirte que yo en ocasiones también pienso de esa manera sobre nosotros, eres un chico increíble, me haces reír justo cuando más lo necesito, siempre sabes qué decir en el momento indicado, me has ayudado y has estado ahí conmigo en los momentos en los que me he sentido terriblemente sola. Y también me he dado cuenta de que...estoy enamorada de ti y...
—«Shh, ya no digas nada», le dije mientras ponía mi dedo entre sus labios.
Ya hemos dicho suficiente.
La tomé de la cintura, la acerqué a mí, la abracé fuerte y la besé, la besé como si no existiera nadie en este universo, nadie más que ella y yo...

El tiempo pasó, ella y yo ya llevábamos bastante tiempo siendo novios, y después de unos meses fue cuando los problemas llegaron a nuestra relación; celos, inseguridad, desconfianza... todo lo que destruyen las relaciones amorosas nos estaba destruyendo.
Le decía que era imposible tener una relación sin peleas, pero que podríamos hacer que la relación valiera la pelea. La notaba distante, era demasiado fría conmigo, ya no contestaba mis te amo, ya no me abrazaba, ya no me besaba, ya no era feliz...
Me lastimaba demasiado el hecho de que ella no era feliz conmigo, me lastimaba su rechazo a mis caricias y palabras de amor...

Un día, salí pronto del trabajo y se me ocurrió que podría sorprenderla como en los viejos tiempos y así poder verla feliz de nuevo, compré su película favorita, fui al restaurante que tanto le gustaba y logré convencer al dueño de que me preparara su platillo favorito para llevar y que así pudiéramos pasar un momento romántico como solíamos tenerlos cuando recién éramos novios.
Caminaba rumbo a su casa con una sola cosa en mente, hacerla feliz.
Y cuando iba llegando a su casa, la vi feliz... con otro tipo, él se acercó a ella, la besó, y ella sonreía como sonreía cuando me besaba...
Dejé caer la comida y la película al suelo.

La vi con otro y jamás creí que tantas lágrimas cupieran en tan pequeños ojos.

Terminamos.

Meses después, salí de nuevo a caminar al parque, una vuelta, dos vueltas, tres vueltas... me senté en una banca a descansar, levanté la mirada y vi la banca en la cual la vi a ella por primera vez, la banca en la que estaba sentada la mujer que me iba a hacer el más feliz y el más miserable en una misma relación.
Estallé en llanto. Me paré y seguí caminando mientras las lágrimas seguían cayendo.
Ella tenía todo lo que no encontraba en nadie más, ella fue la que me hipnotizó y la que no olvidaré jamás.
¿Habrá alguien que me haga olvidarla?
Porque los días pasan y en vez de borrarla, voy encontrando más motivos para amarla.


Y es que ya no es ella lo que me lastima... ahora es su recuerdo.

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